El descubrimiento de mi tratamiento; Japón tiene la mejor solución
Geraldo buscó artículos médicos en una biblioteca de los EE.UU. Fue entonces cuando encontró mi artículo en "the Journal of Pediatric Surgery (vol.3, 1991). "Esto era… Las pesadillas se acabarán. Volverá una vida normal." El Dr. Monrroy aceptó también.
El siguiente proyecto de Geraldo era obtener el contacto con el autor del artículo - yo. Geraldo me escribió una carta, pero por alguna razón, no me llegó. Geraldo, entonces escribió una carta a la Embajada de Japón en la Ciudad de México. La carta, fechada en el 17 de febrero de 1992, dice lo siguiente:
"Deseo obtener contacto directo con estos médicos, y preguntar más acerca del resultado de su investigación. Pido un gran favor de Su Excelencia Embajador Tanaka y el consultor médico de la Embajada, el Dr. Morino, para que me ayuden en los procedimientos. La segunda operación de mi hijo Carlos está programada para el próximo mes de marzo.
Para el Dr. Morino, esta era la primera petición de un ciudadano mexicano para pedir ayuda directa de Japón en procedimientos médicos. El fuerte deseo de Geraldo me llegó a través del Dr. Morino. Este fue el primer contacto entre Carlitos y yo. Todo sucedió en abril del año pasado.
Después, me llegaron la historia médica, las fotos, los registros ultrasónicos, y los resultados de TC y RM por vía aérea, y me puse a realizar inmediatamente una investigación para ver la posibilidad de un tratamiento exitoso. Se intercambiaron repetidamente las llamadas y los fax entre la Ciudad Juárez, la Ciudad de México, y Kioto. En aquel momento, yo no sabía dónde quedaba la Ciudad Juarez ni siquiera que ésta se situaba a cientos kilometros de la Ciudad de México.
Predije el éxito de un tratamiento, pero sentía que sería una gran carga para la familia venir a Kioto para el tratamiento. Sugerí que Carlos recibiera el tratamiento en su patria.
Sin embargo, la medicina utilizada para el tratamiento no era familiar al Dr. Monrroy ni a la comunidad médica de México. La droga no estaba aprobada en los EE.UU. Además, debido a que el área del tratamiento era el cuello, el médico encargado tenía que tener mucha experiencia en ese tipo de tratamiento. Considerando todos estos factores, el Dr. Monrroy llegó a la conclusión de que ir a Kioto para el tratamiento sería la mejor opción para la familia.