Prólogo
A todos mis amigos aquí presentes en la Fiesta de Trias: Buenos días y bienvenidos a esta sesión.
Permítanme que empiece por hacer una pregunta a todos ustedes. ¿Qué harían si advirtieran que un niño pequeño, aún incapaz de gatear, muere de una enfermedad que no se puede tratar en su propio país sino que solamente se puede en un lugar lejano y extranjero más allá de un inmenso océano? ¿Cómo actuarían ustedes, si fueran padre o madre de este niño?
Geraldo Perezares vino aquí al Hospital de Investigación de los Niños, de la Universidad de la Medicina Prefectural de Kioto desde México cruzando el Océano Pacífico y esperando obtener ayuda para el sufrimiento de su hijo, Carlos, de esta grave enfermedad.
Un corresponsal del Periódico de Mainichi en México, el Sr. Yoshinori Nakai, escribió un artículo acerca de este niño con la siguiente apertura: "Oremos para ayudar a alcanzar el Dios milagroso"" Un chico que sufre de una enfermedad intratable apuesta su pequeña vida" en Japón"; en el seminario "Sunday Mainichi:
"A través del Océano Pacífico, desde México, vino 'una pequeña vida" buscando ayuda de médicos de Japón. Era 'Carlitos,' un chico de sólo un año y dos meses. La oración de su madre para pedir la ayuda resonó profundamente en mi corazón. ¿Alcanzará su oración a Dios Milagroso?"
¿Qué era lo que hizo a la familia de Carlos venir a un país tan lejano, Japón, en el Oriente Lejano?
Hoy voy a hablar sobre por qué este paciente mexicano ha venido a Kyoto para recibir el tratamiento.